En tiempos de pandemia la moda se resignifica y trabaja sobre las nuevas nociones de protección. En este recorrido histórico exploraremos ejemplos de distanciamiento social, resguardo y defensa.
Las mascaras del teatro griego.
La vestimenta en Grecia se basaba en el tipo de pensamiento racional ideal que caracterizaba a la civilización. Las prendas se producían de forma artesanal y eran un actividad de interior. La técnica utilizada era el drapeado y partían de formas geométricas básicas, un ejemplo de esto es el quitón conformado por dos paños que se unían por los hombros con fíbulas (pequeños ganchos que se utilizaron hasta la aparición del botón). Está túnica también se utilizaba por los actores en las representaciones teatrales. Para diferenciarse se crearon dos tipos de accesorios: el calzado denominado coturnos que enfatizaban la altura y las máscaras que resaltaban los rastros y comunicaban el tipo de obra si era tragedia, comedia o sátira a través de la expresión facial.
Estas máscaras llegaron a tener un gran tamaño, solían ser de mayor escala comparando con la cabeza del usuario para que pudieran verse desde la distancia y poseían complejas formas de funcionamiento en donde la forma interior podía mejorar el volumen vocal del actor.
Máscara de Comedia – 3er – 2do siglo AC – The J. Paul Getty Museum
Las corazas romanas.
Una de las civilizaciones con mayores avances en cuanto a indumentaria y accesorios de guerra es sin dudas la romana. Con antecedentes en el traje militar en los Etruscos incorporaron grandes avances por su amplia trayectoria y sus interminables victorias. La prenda defensiva del soldado romano era la coraza o también conocida como cuirass o peto de bronce. Esta lamina de bronce se moldeaba con la forma del cuerpo y podía llevarse con la cota de malla, un tejido metálico que proveía aún mayor protección. Este modo de protección ha sido resignificado por diseñadores como Paco Rabanne en los 60s.
Cuirass – 400 – 301 a.C. – Museo arqueológico de Granada.
Vestido de malla metálica creado por Paco Rabanne en 1966. Foto: Gunnar Larsen.
Los tocados medievales.
Durante la Baja Edad Media los tocados femeninos comenzaron un camino ascendente en búsqueda de una silueta esbelta y lánguida, el propósito de tales accesorios yacía en imitar la altura de las catedrales góticas y sus arcos ojivales. Estás volumétricas piezas llegaron a tamaños extremos teniendo que ser reguladas por las leyes suntuarias del momento.
Tocado con redecillas denominadas templers y velo. Infanta Beatriz de Portugal – Iglesia de Fitzalan, Sussex.
Tocado Hennin – Retrato de dama joven pintado por Hans Memling del díptico Alegoría del verdadero amor (ca. 1485).
El verdugado Renacentista.
El surgimiento y las clases poderosas de los siglos XV y XVI fueron la coyuntura propicia para el comienzo de una silueta recargada y rígida, característica del periodo. Las prendas interiores se endurecieron y dieron lugar al nacimiento del verdugado, una estructura de forma cónica o tambor que creaba volumen en las faldas. Poseía ciertas variantes en su construcción según el país de origen y se armaba en conjunto al cuerpo o corset.
Recreación de tipos de verdugado realizados por el Shakespeare’s Globe Theatre de Londres.
Marcus Gheeraerts el Joven: Ana de Dinamarca con verdugado tipo tambor (1611-1614), óleo sobre lienzo, Woburn Abbey.
Lady Macbeth vestuario de Thierry Mugler – 1985
Los Panniers y el vestido a la francesa.
La corte francesa fue de las más adeptas a los continuos cambios de la moda y una de las que fomento las extravagancias en el vestir. Durante el siglo XVIII aparecieron los panniers o tontillos que eran unas estructuras que se llevaban sobre los laterales del cuerpo debajo de la falda para crear volumen de forma horizontal. Llegaron a ser tan anchos que las mujeres debían pasar de costado por las aberturas y puertas. Esta moda tuvo su fin a finales de siglo XVIII cuando Maria Antonieta cambio hacia un estilo más natural que daría lugar al vestido redondo de principios del Neoclasicismo.
Mantua Escocesa – 1750 – 1770 – Museo Nacional de Escocia.
Thom Browne – Colección 2020.
Capotas del siglo XIX.
Un clásico modelo de las películas de Jane Austen, la capota era el acento perfecto para el vestido chemise. Con sus amplias alas laterales cubría el rostro y alejaba pretendientes indeseados. Podían estar confeccionadas con tejido de mimbre o forradas en telas como satén o terciopelo, se decoraban con flores, moños y cintas en tonos pastel. En una carta de Jane Austen a su hermana Cassandra la autora expresa sus deseos de realizar su propia capota: “La próxima semana comenzarán mis operaciones en mi sombrero, del cual sabes que dependen mis principales esperanzas de felicidad”.
Poke Bonnet – Capota – Met Museum – 1850
«Les Invisibles en Tête-à-Tête», a French satire on the poke bonnet (called «invisible» in French), 1810s. No. 16 in the series of engravings, «Le Suprême Bon Ton» (probably from the 1810s).
Crinolinas y Polisones.
Si hablamos de distanciamiento social el siglo XIX es uno de los mejores ejemplos para mostrar cómo la silueta femenina permitía alejarse del resto de la población. La crinolina, una estructura cilíndrica que se utiliza por debajo de la falda, llegó a su popularidad a mediados del siglo. Este accesorio fue imprescindible en la moda romántica y se mantuvo en pleno auge hasta la década de los 70s cuando comienza a cambiarse hacía el polisón. El estilo victoriano de fin de siglo adopto un sistema de conjunto más serio y austero marcado por el luto de la reina Victoria. Las amplias y románticas crinolinas desaparecieron haciendo lugar a una novedosa estructura que solo dará volumen a la parte de atrás de la silueta. Se realizaron en distintos materiales como almohadillas y aceros flexibles para mayor comodidad y desaparecieron con la llegada del siglo XX.
Caricatura sobre el uso de la crinolina: An Excusable Error: Chickens believe they have found the cage where they were raised (Une Erreur Excusable) – Honoré Daumier1857 – Davison Art Center, Wesleyan University – Middletown, Estados Unidos
Vestido con polisón- Dress with bustle – Vestido con polisón 1884-1886 – Met Museum
Sombrero rueda de carro – Belle Epoque.
La década más opulenta y exótica del siglo XX promovió una silueta sinuosa en forma de reloj de arena que puede verse representada en las fotografías de la actriz Camille Clifford, también denominada Gibson Girl por las famosas ilustraciones de Charles Dana Gibson. Los vestidos con cola latiguillo se completaban con un amplio sombrero que se llamo Cart Wheel Hat (Rueda de carro) porque por sus amplias dimensiones parecía más un accesorio para el automóvil que para vestir.
Fotografía de Mademoiselle Lautelme con sombrero rueda de carro.
Cart Wheel hats – Belle Epoque.
Ballet Triádico – Bauhaus.
Llegados los 20s comenzamos a ver una nueva oleada de experimentación dada por el fin de la primera guerra que abre camino a una era de modernidad, cargada de aceleración, progreso y optimismo. La escuela de artes y oficios Bauhaus poseía variados talleres en donde los alumnos expresaban las nuevas ideas para un nuevo mundo. Un destacado profesor fue el director del Ballet Triádico Oskar Schlemmer que permitió a los alumnos manifestarse a través de las prendas creando vestuario a partir de siluetas extra corporales que revisitaban la noción de cuerpo como soporte, el color y la materialidad. Sus presentaciones fueron y son grandes influencias en el vestuario de cantantes, performers y artistas visuales.
Vestuarios Ballet Triádico – Bauhaus.
La era espacial de los 60s y sus accesorios.
El boom de la juventud en los 60s tuvo un claro objetivo, diferenciarse del mundo adulto y proponer nuevas temáticas de diseño joven. Los nuevos materiales como el pvc, el poliéster, el vinilo y técnicas de estampado simples como la sublimación aportaron color y frescura a los diseños. Una de las temáticas más recurrentes de lo diseñadores fue el fanatismo por la era espacial marcada por el comienzo de la guerra fría y la llegada a la luna por parte de Estados Unidos en 1969. Cascos de tipo espacial, botas metalizadas, amplios tapados traslúcidos eran recurrentes en las colecciones de André Courreges, Paco Rabanne, Pierre Cardin y Mary Quant.
Conjunto de André Courrèges , fotografía de Peter Knapp, 1965.
Celia Hammond y Pattie Boyd con cascos de fieltro diseñados por Edward Mann. Foto de John French, 1965.
Jean Shrimpton por Richard Avedon, 1964.
La exageración de los 80s.
Una amplia línea de hombros caracterizo la silueta femenina y masculina durante la década de los 80s. Diseñadores cómo Claude Montana y Thierry Mugler llevaron al extremo la extravagancia y opulencia del power dressing característico de la era. Los trajes sastres llegaron a medidas inverosímiles y dieron lugar al accesorio del momento: las hombreras. Como expresa Thierry Mugler en una de sus entrevistas sobre su éxito durante los 80s: “La moda es una película. Todas las mañanas cuando te vistes, te diriges a ti mismo”.
Desfile de THIERRY MUGLER, PRÊT-À-PORTER, COLLECTION AUTOMNE-HIVER 1995-96 À PARIS EN MARS 1995, FRANCE. COURTESY OF GETTY IMAGES.

Repensando el cuerpo: los 90s y Rei Kawakubo.
Si bien la diseñadora Rei Kawakubo formó parte de la primera oleada de diseñadores durante la década de los 80s, su forma de re trabajar el cuerpo con novedosos sistemas de sostén, siluetas extra corporales y formas arquitectónicas lograron expandirse durante la primera etapa de los 90s influenciando a una amplia generación de diseñadores que ya no volvería a pensar la silueta sin la experimentación. Trajes que toman volúmenes inauditos, protuberancias que emergen por fuera de los estándares de belleza occidental y estructuras sólidas que llevan el cuerpo a una obra de arte son algunos de los aportes de una de las diseñadoras que más trabajaron el distanciamiento social tanto en la moda como en la vida personal.
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